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ojos de poeta caricias del alma by andres lazcano garcia is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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viernes, 27 de diciembre de 2013

Arcas vacías

Gloria a dios en las alturas
y marchose aquel cristiano,
creyendo al oro pagano
el bien de las desventuras,
necedad que ciñe honduras
al juicio del hombre nuevo;
contemplad al sol por febo
si queréis verdades puras,
hasta el oro queda a oscuras
en arcas del más longevo.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Tu recuerdo

Hoy se ha sincerado incansable viajero,
varado en la pluma de un poeta vive,
llegando a destino recorre invisible
la lucha perdida por un amor pleno.

Hoy su oscura esencia es algo complejo
porque la razón, al miedo proclive,
negó lo innegable y negar lo que existe
al final de cuentas no es tocar el cielo.

Hoy es cabizbajo, el sol más austero
y el verso más triste que el poeta escribe,
es celaje manso, su latir persiste,
su ropa andrajosa la guardo en mi pecho.

Hoy que no lo escondo, tal vez sin su velo,
entre tantas rocas yo lo desestime,
tal vez sin su sombra el sol me redime
y en las tardes tibias derrita su hielo.

Hoy la cruel desidia no es un buen recuerdo
si todas las noches algo la revive,
y deja crecer el alba más triste
que va tras tu huella incansable viajero.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Sinope (romance medieval)

En las doradas arenas
de médanos peregrinos,
cabalgaba una amazona
en su caballo morisco.
Es ella reflejo dúctil
de las miradas en vilo
y él, jinete sin rumbo
con el galope sumiso
por ese azul misterioso
que le arrebata un suspiro.
Marchose con su corcel,
inusitado espejismo.
Era la reina de Éfeso,
guerrera de porte altivo.
La bautizaron Sinope,
virgen, rosal florecido,
sucesora de Martesia,
obradora del gran mito
de la vida matriarcal
con armas, sin amorÍos.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Sueños de romance

En las doradas arenas
de medanos peregrinos,
cabalgaba una amazona
en su caballo morisco.
Es ella, dúctil gaviota,
con sus alas sin destino,
y yo, jinete del cielo,
con el galope sumiso
por ese azul misterioso
que me arrebata un suspiro,
y aviva las esperanzas
donde el campo no era trigo.
Marchose con su corcel,
inusitado espejismo,
y a grito desesperado
con el tiempo como abrigo,
como tantos otros sueños
se marchita en el delirio
de la pena del que no ama
ni entenderá porque ha sido.